Los Adoradores del
Padre
en el pensamiento
del P. Pablo
en el pensamiento
del P. Pablo
1) Sobre
la gratitud
En 1933, el P. Pablo nos dice: “Donde la
gratitud debe encontrar su pleno desarrollo es precisamente tratándose de la
devoción al Divino Padre.
Pero, con razón ha dicho
Dionisio de la Trinidad, que a pesar del ardiente entusiasmo de la moderna
piedad, se nota grande frialdad e indiferencia para la sagrada Persona de Dios
Padre, tanto que si Nuestro Señor Jesucristo no hiciera resaltar ante nosotros,
por la lectura del Evangelio y la continua recitación del Padre Nuestro, esa
paternal bondad y amor inefable, seríamos capaces de pasar la vida entera en un
completo olvido de nuestro Padre Celestial, sin pensar en Él, sin reconocer sus
beneficios, sin amarle como verdadero Padre nuestro.
Y con el mismo autor pregunto:
¿Es ésa la conducta de un buen hijo para con su padre? ¿Hay aquí ternura
filial, gratitud, amor? No es extraño que nos diga por Malaquías: Si soy
vuestro Padre,
¿dónde está el honor que me debéis?” (T/01, p. 4-5)
“El amor de Cristo para su Padre
llevó el tinte de la ternura y de la gratitud. ¿Quiénes serán esas almas
felices que copien a Jesús en ese aspecto más atractivo, el más importante de
su vida, en su amor agradecido al Divino Padre? “almas acción de gracias”. Esas
almas pagarán la inmensa deuda de gratitud que el mundo debe al Divino Padre.
Por eso, aseguro una vez más que la legión de almas que se encargará de
glorificar al Padre en espíritu y verdad, tiene que tener como característica la gratitud!
Porque todo lo reciben. Porque
se sienten amadas con ternura. Por la misericordia infinita que a cada paso
encuentran en su vida. Y más que todo eso, porque serán ellas las que más se
acerquen al conocimiento de la gloria divina. Y entonces lo alabarán por su
grande gloria, por ser Quien es. Y a la vista de tanta grandeza, no podrán
menos que ser hostias de alabanza, víctimas del amor de agradecimiento”. T/01,
pp. 10)
“Estas líneas van encaminadas a
recordar a todo el mundo, si posible fuera, los deberes de gratitud que tenemos
para cada una de las Divinas Personas. Al Padre que nos dio a su Hijo, al Hijo
que murió por nosotros y al Espíritu Santo que obró la Encarnación.
Y ¿qué vamos a hacer para glorificar a la Augusta Trinidad?
¿Se limitarán nuestras acciones de gracias a las fiestas que con más o menos
pompa se celebren en el mundo?!” (T/01, p. 13)
“Para practicar la perfecta
alabanza, para poder ser Hostias de gratitud, necesitamos darnos, ser
“Eucaristías vivientes” y prolongar nuestro sacrificio de acción de gracias, a
través de los tiempos en los que vivimos por nuestra acción; en los futuros,
por la de otras almas que conquistemos con nuestras oraciones y sacrificios.
Mas, así como el Sacrificio de
la Misa es ofrecido al Padre en la unidad del Espíritu Santo, también estas
almas-Hostias, deben ofrecerse con Jesús Sacerdote, y transformadas en El, a la
gloria del Padre, en la unidad del Espíritu Santo. ¡Hostias de gratitud con
Jesús Sacerdote! Un gran camino se abre a vuestra generosidad y a vuestro amor”.
(T/01, p. 15)
“Será pues, un ejército de almas pequeñitas de
buena voluntad, que se ofrecen a reparar las ingratitudes y a ser la
prolongación de Jesús en su amor al Padre, en su celo sacerdotal, en su pasión
por las almas. Más ¿quién podrá decir lo que serán esas almas, lo que Dios
quiere de ellas? Que calle nuestra voz para que en un silencio amoroso y
solemne, comience a escaparse con dirección al cielo la plegaria de esas almas.
¡Comience usted, hable que Dios quiere escucharle! Diga todo lo que su amor le
inspire, lo que su gratitud le exija”. (T/01, p. 48).