lunes, 29 de septiembre de 2014

Oración de Fuego




El 11 de octubre de 1933, durante una noche de adoración,, el entonces joven sacerdote Pablo María Guzmán, Figueroa, Misionero del Espíritu Santo, escribió la “Oración de fuego”, fruto de una mirada contemplativa del pasaje de la Samaritana (Jn 4,23) , en la que Jesús revela la razón primera y profunda de su encarnación: “Darle al Padre celestial los adoradores en Espíritu y en Verdad que el Padre busca”. Manifestando en ella todos sus anhelos que desde 1920 Jesús sembró en su corazón. He aquí dicha oración:

“Oración de Fuego”.
Para pedir al Divino Padre sus adoradores.
¡Oh Padre amadísimo! Aquí tienes al más miserable y pequeño de tus hijos que viene a abrirte su alma y a pedirte lo que sólo Tú puedes darle. Y precisamente porque la petición es grande y porque sé que los elementos todos del infierno se han de oponer a su realización, por eso, me dirijo a Ti, oh Padre Omnipotente, por eso vengo a hablarte en nombre de tu divino Hijo y con los labios de María Inmaculada.
Oh Padre, vengo a pedirte algo que no puedes dejar de concederme porque es tu propia gloria. Sí Padre Amadísimo, quiero tu gloria; pero una gloria inmensa, que sobrepase a la que te dan los seres inanimados o irracionales, y que tenga por modelo la que te dio tu Hijo divino a su paso por la tierra.
El salmista invitaba a la creación para bendecir tu nombre y las obras de tus manos se apresuraron a obsequiar esos deseos. Por eso en tono afirmativo repetimos sin cesar: Coeli ennarrant gloriam Dei… Sí, las criaturas materiales te alaban. En los astros descubrimos la grandeza de tu poder, en las flores y los fruíoslas delicadezas de tu amor. La inmensidad del Océano nos pregonan tu omnipotencia y el orden maravilloso del Universo nos asegura tu infinita Sabiduría. Pero, oh Padre, ninguno de esos seres te da la gloria que más deseas, porque ellos no aman y Tú quieres la gloria del Amor.
* * * * *
Para indicarnos la gloria que querías, hiciste que tu Hijo encarnara y que viniese a este mundo. A nadie quisiste confiarle misión tan sublime, sino a tu Verbo. Querías que fuese tu propia Palabra la que nosotros escucháramos.

Por eso Jesús dijo, «Yo he hablado las cosas que oí a mi Padre» o las cosas de mi Padre. Y, ¡qué bien supo cumplir su misión ese Verbo Encarnado! Con cuanta razón pudo decir ante de su muerte: «Yo por mi te he glorificado en la tierra, tengo acabada la Obra cuya ejecución me encomendaste (Jn. 17, 4)

Tu gloria oh Padre fue su pasión sobre la tierra; por buscarla su hizo niño con los niños, sabio con los sabios, para ello cargó sobre sí las miserias todas de los hombres, a fin de borrarlas y dejar una humanidad redimida, blanca y pura. Para ello formó sacerdotes que perpetuaran su Sacrificio por el que te dio tanta gloria.

Más, ¡oh Padre Adorado! Yo quiero descubrir en el Corazón de tu Divino Hijo un gran secreto de glorificación para Ti, cuando en términos generales y velados le dijo a la samaritana: «Pero ya llega el tiempo, ya estamos en él, cuando los verdaderos adoradores, adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque tales son los adoradores que el Padre busca (Jn. 4,23).

Jesús fue el primer gran adorador en Espíritu, ya que el Espíritu Santo era su guía y el alma de su alma; ya que como Dios tenía con Él una misma naturaleza. Fue el primero en amarlo en Verdad pues Él era la Verdad misma y por eso Jesús es el Modelo de esas almas que bosquejaba a la samaritana. Después de Jesús, María y algunas de las almas escogidas que seguían de cerca al Divino Maestro.

Pero Jesús en mi sentir, oh Padre amado, veía el más allá. Contemplaba los siglos que vendrían hasta el fin del mundo y después de proponer los Modelos, verá a lo lejos las almas que serán su porción escogida. Él te glorificó, y su Iglesia Santa no deja de glorificarte, haciéndote el Centro de su admirable liturgia; pero en el corazón de los fieles, ¡cuánto olvido para Ti! Cuánta indiferencia a los ideales supremos de glorificación que para Ti tuvo de divino Hijo.

Triste es decirlo, Padre mío, pero después de 19 siglos, el mundo no ha sabido comprender esos sentimientos del Corazón de Cristo. Y si no ¿En dónde están los grandes devotos tuyos? En la vida misma de los santos ¿Qué se nos dice en orden a esa gloria especial que por su amor para Ti debieran darte?

Bien es cierto que no han faltado almas privilegiadas que te amen con pasión; pero ¿Bastará eso a llenar las aspiraciones de Jesús? ¿Será justo que terminen los tiempos y que tu amor se haya perdido en las generalidades de una devoción vulgar? ¿Será mucho pedir que el mundo atienda a los deseos y al ejemplo de Cristo y que se vuelva hacia Ti para ofrendarte lo mejor de sus bellezas y lo más sublime de su amor?

¿Qué quiero para Ti, oh Padre amado?
Una legión de almas que en cuanto sea posible reproduzcan a la humanidad tal como había sido en la mente divina sin la caída del primer hombre. Almas puras y sencillas que te desagravien y te consuelen por aquella decepción, diré, que tuviste al crear al primer hombre y contemplar su caída. Cuando Tu queriendo encontrar en él cariño de verdadero hijo, lo viste desobedecer.

Por eso ahora te pido, oh Padre, verdaderos hijos y adoradores que hagan de la tierra un paraíso y de sus almas y sus hogares tus casas, donde Tu reines y donde tu Divino Hijo se sienta como en su propia casa, ya que Él no tiene otra casa donde habitar sino la Tuya. Y que allí viva como vivió en tu Seno desde toda la eternidad. Oh si fuera posible que en esas moradas donde debes reflejar tu Cielo en la tierra, no se conociese el pecado: ¡Qué dicha sin igual!

¿Cómo quiero que sean?
Almas hostias con Jesús Sacerdote par tu gloria oh Padre. Que su mirada sea límpida como el Cielo y su corazón grande, como el Corazón de Jesús donde vivirán escondidas. Su alma sencilla como la de un niño, reflejando la encantadora sencillez de Jesús al elevar sus ojos cuando te deba gracias. Que con los Cielos canten la gloria de Dios y con el firmamento anuncien la grandeza de sus obras, ya que deben ser como un cielo límpido que refleje las gracias de Dios.

Que sean almas sacerdotales, pues debiendo ser víctimas tendrán que formar una sola Hostia con Jesús Sacerdote. Su corazón sacerdotal tendrá como misión agradecerte siempre el sacerdocio eterno de Cristo y su prolongación en los Cristos de la tierra. Ellas amarán por todo y por todos, prestando su corazón aún a los seres inanimados para que en ellas amen todos esos seres criados por tu amor, ¡oh Padre Santo!

Almas de niños, se conmoverán por cualquier don de Dios, y como no hay nada semejante al Sacerdocio eterno de Cristo y su comunicación a las almas, ellas se convertirán en deudoras con Cristo cerca de Ti, oh Padre amado, para darte gracias por su Sacerdocio eterno y ellas serán también auxiliares del sacerdote en esa imperiosa necesidad de agradecer el don inestimable de su vocación sacerdotal.

Quiero para Ti, oh Padre, almas en las que brille la perfecta alegría, herencia de la pureza y del dolor. Que ellas manifiesten al mundo que no hay dicha más grande que aquella que se encuentra en tu servicio y en la fidelidad a tu amor. Que por vivir cerca de Ti, reciban tu divina fecundación y la vayan distribuyendo en el campo de las almas, para que todas te reconozcan y te amen como a Padre. Que sean almas víctimas, alma Hostias; pero formando con Jesús una sola hostia, así como deben participar de su mismo sacerdocio.

Más ¡oh Padre Amado! ¿Será posible tan cosa? Si fuera obra humana seguro que no; pero no debe ser sino el fruto del sacrificio de Jesús. ¿Recuerdas Padre amado que Él te pidió en la última Cena que lo glorificaras para que Él mismo te glorificara? Y Tu bien sabes, Padre mío, que la única gloria que tu Hijo busca es la tuya. Esa petición equivalía pues a decirte que por sus obras, por su vida y por su muerte, fueras más y más glorificado y que lo fueras en aquellos discípulos que tanto te encomendaba y que debían continuar su obra en la tierra. Por eso les dijo amaba como Tú lo amaste y que quería que ellos te amaran con tu mismo amor, pues Él nada quiere que no lleve el sello de tu Amor.

Así pues oh Padre amado, estas almas que te pido son conquista de Jesús. Con ellas serás glorificado y glorificarás a Quien te las conquistó con sus enseñanzas y con su Sacrificio. Tú que tanto amas a tu Divino Hijo, que lo buscas dondequiera, ¿Habrías de negarle ese gusto de verse reproducido en las almas que lleven como pasión su única pasión y como amor su Supremo amor que eres Tú?

A Ti oh Padre, siempre te conmueven las lágrimas de Jesús. Pero si divinas y encantadoras fueron todas las que brotaron de sus ojos, aquellas que en el silencio haya derramado al contemplar esos perfectos Adoradores Tuyos ¿Qué te harían sentir, oh Padre amado? Pues bien, oh Padre, el corazón de esas alma adoradoras Tuyas quiere ser como una ánfora que vaya recogiendo esas lágrimas de alegría que broten de los ojos de Jesús al verte amado.

Las provocarán y las guardarán como precioso tesoro. Y el día de su muerte, cuando el cuerpo tenga que separarse de su alma, envolverán a ésta con ese delicado perfume, y así se presentarán delante de Ti, oh Padre para que las reconozcas como Tuyas y las ames con un amor eterno.

Con ese perfume quien perfumar el primer beso que te den al llegar a la Patria, y que será un remedo del beso eterno que Tu imprimes a tu Verbo. Será tu Espíritu quien así como eternamente te une con tu Hijo y consuma tu amor, así también introduzca a estas almas en la unidad de la Trinidad.

Más oh Padre! el demonio envidioso de tu gloria y de este triunfo del Sacrificio de tu Hijo ha de poner asechanzas especiales a estas almas, a fin de perderlas; pero oh Padre, te ruego por el amor mismo de tu Hijo, que no permitas que ninguna se pierda ni sea infiel a su santa vocación. Que tu mirada les sirva de escudo y que los ataques de Satanás sólo sirvan para demostrar su fidelidad y el celo ardiente por tu gloria. Cúbrelas con su Sombra Divina para que el mundo no las vea ni las toque. Que sus almas sean como huertos cerrados donde Tú solo habites.

Oh Padre! para sellar mi oración y tener la seguridad de que sea oída, dígnate aceptar por medio del Corazón desamparado de María a tu Divino Hijo como Víctima y acepta en su unión a todos tus Adoradores para que tu gloria sea plena y las almas se salven. Así sea!

Esta oración será la carta magna de la fundación que 3 años después el P. Pablo María, con todos los permisos, hará de las religiosas Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad y su rama seglar de Misioneras Auxiliares cuya misión es ser buscar y formar esos adoradores del Padre.

20 años después, ya en la madurez física, intelectual y espiritual, con fama de santidad[1], siguiendo una petición del propio Jesús, y bajo la inspiración del Espíritu Santo, pedirá permiso para ir a Roma, presentar al Papa el proyecto y dedicarse a recorrer el mundo fundando y predicando un movimiento eclesial universal que él llama: “Unión Sacerdotal Universal” integrado por sacerdotes diocesanos, religiosos y religiosas, que sin dejar sus diócesis ni congregaciones, ni parroquias o misiones, Sean, esos adoradores en Espíritu y Verdad, que el Padre busca, imitando a Jesús Adorador del Padre y busquen y formen entre sus feligreses y personas que los rodean esos Adoradores del Padre en Espíritu y en Verdad.

A muchas y difíciles pruebas fue sometida su fe, sus superiores no le concedieron dicho permiso, y lo enviaron de inmediato a Lima, Perú, donde permanecerá 6 años, como Director espiritual del Seminario Interdiocesano Santo Toribio de Mogrovejo, esperando la hora de que el deseo de Jesús pudiera ser realizado.

Al regresar a México, circunstancias ajenas a su voluntad y un doloroso cáncer lo llevaron a una vorágine de sufrimientos. Cuando él se dio cuenta de que no sería él quien realizara la petición de Jesús, escribió: “Mi vida ha transcurrido en su mayor parte y sin embargo sigo esperando con fe esa gracia. Pero, si no fuera mi deseo tu voluntad y sólo hubieras querido dármelo para gozar con él, dame otras almas que lo realicen porque así lo exige tu corazón” Y en esa total confianza, murió el 17 de febrero de 1967 en la Cd. de México, D.F.

Las Messt hemos heredado esa misión, al heredar todos los textos y manuscritos en los que el P. Pablo María, describe la Unión Sacerdotal Universal, así como la espiritualidad y formación de esos adoradores del Padre.

Este pequeño espacio dentro del mundo cibernético del cual dispone el hombre actual, hará llegar este mensaje, a aquel escogido por Dios para realizar ese sueño sacerdotal de Jesús. Mientras tanto, iremos publicando pequeños artículos en busca de los Adoradores del Padre en Espíritu y en Verdad.
María Elena Galindo,
                                                                                                              Messt.






[1] Actualmente su Proceso de Beatificación está en Roma, en la fase de estudio de sus Virtudes heroicas, que al ser aprobadas el Papa extiende la declaración de Venerable. 

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